Ella era castaña, con el pelo lacio y un poco más abajo de los hombros. Estaba parada en la puerta de donde los pasajeros recién llegados salían, justo atrás de las butacas de la sala de espera repleta de familiares, amigos, gente que daba la bienvenida a aquellos que habían estado fuera por un tiempo.
De repente él apareció por atrás, la agarró de la cintura provocandole un salto de sorpresa.
De no ser por la pequeña valija que él llevaba, aseguraría q
ue era ella quién regresaba. Se habían cruzado sin verse.
Ella era tan linda. Flaca, muy flaca. Piernas finitas, cintura impecable. Tenía un top celeste que a nadie más le quedaría bien, ni a vos, ni a mi, a nadie más y un jean ajustado que le calzaba a la medida. Unos centímetros de su piel asomaban entre prenda y prenda, tan tirante, firme y lisa que no sobresalía por fuera de nada.
Él no era tan lindo. Era flacucho y estaba cansando. Tenía una camisa a cuadros y un jean suelto, anteojos y el pelo revoltoso.
Pero ella lo miró como si fuera el hombre más lindo que jamás en su vida iba a admirar y después, un después que fue una milésima de segundo, le plantó un beso en la mejilla.
Él cerró los ojos, la abrazó, ella se relajó en sus brazos y se miraron y se besaron entre risas.
Yo miraba apoyada en una columna, rodeada de gente que hablaba en un idioma que no entendía. Pero a ellos, a ellos si.
- Aeropuerto de Washington DC -
De repente él apareció por atrás, la agarró de la cintura provocandole un salto de sorpresa.
De no ser por la pequeña valija que él llevaba, aseguraría q
ue era ella quién regresaba. Se habían cruzado sin verse.
Ella era tan linda. Flaca, muy flaca. Piernas finitas, cintura impecable. Tenía un top celeste que a nadie más le quedaría bien, ni a vos, ni a mi, a nadie más y un jean ajustado que le calzaba a la medida. Unos centímetros de su piel asomaban entre prenda y prenda, tan tirante, firme y lisa que no sobresalía por fuera de nada.
Él no era tan lindo. Era flacucho y estaba cansando. Tenía una camisa a cuadros y un jean suelto, anteojos y el pelo revoltoso.
Pero ella lo miró como si fuera el hombre más lindo que jamás en su vida iba a admirar y después, un después que fue una milésima de segundo, le plantó un beso en la mejilla.
Él cerró los ojos, la abrazó, ella se relajó en sus brazos y se miraron y se besaron entre risas.
Yo miraba apoyada en una columna, rodeada de gente que hablaba en un idioma que no entendía. Pero a ellos, a ellos si.
- Aeropuerto de Washington DC -
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