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Abrigo

Estabas de mal humor, no querías contarme porqué.

Te regalé una canción desde el más profundo sentir que hablaba de ser humanos, de aceptar los dolores y naturalizarlos, dejarlos ser, permitirse el enojo, el llanto, la bronca porque son todas reacciones necesarias, que nos hacen reales, que nos invitan a descargarnos, que nos alivian.

Y no tuve respuesta y me enojé yo porque un poco tenía ganas y porque otro poco era justo para mí hacerlo. Pero me callé y no te dije nada porque cargarte con más enojo, más bronca y más dolor ya no estaba en mis planes, esas eran cosas del pasado, un pasado en el que me gustaba, quizás, verte explotar y estallar de mil maneras para que me hirieras y tener motivos para alejarme, pero nunca lo logré, nunca tus filos endurecieron este amor que se siente tan desde adentro.
Seguí mi día sin pensarte porque esa era la solución para aliviar el fuego que tenía en la garganta, festejé con amigos, me reí y olvidé tu silencio, que en mi mente era un desprecio, y concilié el sueño todavía sin imaginarte.

Pero me desperté mientras mi celular no dejaba de sonar con su timbreo de mensajes. Y me quedé con los ojos cerrados abrigada en la manta con la mente rodeada de una nebulosa bastante gris y anda a saber que habré soñado, porque no lo recuerdo, pero me giraba tu nombre y un gusto amargo en las boca. Y me imaginaba como cientos de veces me imaginé sin contestarte los mensajes cuando alguna vez, quizás me mandaras alguno. Y me imaginaba como cientos de veces me imaginé, sentada en tu cama diciéndote una vez más que esto así no iba a funcionar, que no te quiero cuando vos queres nada mas, que el mio es un querer constante. Y me imaginaba, otra vez, como cientos de veces me imaginé pidiéndote que te pongas las pilas, que me reconozcas un poco todo lo que te doy, que valoraras mi presencia en tu vida porque más no puedo hacer, porque hasta mi respirar entero dejaría por tu felicidad. Y por último, me imaginé como cientos de veces también, amenazándote sin sentido que no hablaríamos, ni nos veríamos, ni escucharíamos del otro.

Y empecé el día con bronca, con dolor, con una película reproduciéndose en mi cabeza y por inercia me destapé y puse los pies en el piso de madera, y aunque la ventana estaba abierta y solo llevaba una musculosa no sentí frío ni me molestó la luz en mis ojos achinados que entraba desde todos lados, y fui hasta el enchufe y saqué el celular y volví tras mis pasos, me senté en la cama, levanté los pies, me volví a tapar y en posición fetal me acurruqué porque así duele menos todo, así se hace más calmo el ardor del alma.

Miré la pantalla y seis conversaciones me aturdían pero entre los nombres estaba el tuyo y me callaste como tantas veces, sorprendiéndome con gestos puros, inusuales. Me pediste perdón por tu ayer y me regalaste una canción que habla de los errores, de las caídas y de la mano que siempre sostiene y levanta. Una melodía hermosa que habla de quién sos y quién soy, y quienes somos o qué somos, porque todo lo que soy, nene, es quererte.

Me desperté este mediodía con compañía de los primeros fríos del otoño abrigada por tu canción de amor.

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