21-01-2009 Es el tercer día. El lugar está lejos de ser como lo imaginaba; son unas cuantas hectáreas sufridas por la sequía. Hay grietas en el piso y en el predio de la escuela hay solamente un árbol que da buena sombra pero es imposible dormir la siesta o contemplar el lugar desde allí porque es casa de insectos de todos colores, tamaños y formas. Solamente por eso es que estoy en la galería, celeste igual que toda la construcción. Elegimos el cuarto de la derecha por ser el más grande y tener un espejo chiquito y algo sucio en una pared. Las mesas que funcionan de pupitres están contra el fondo y en el medio instalamos las bolsas de dormir y los colchones inflables. Había pequeños orificios en la unión del piso con la pared pero nos encargamos de taparlos con bolitas de papel por miedo a que se metan bichos mientras dormimos. También perfumamos el lugar con insecticida y espirales. El cuarto de los chicos es más chico y funciona como lugar de oración por las mañanas. La cocina
Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida