Me besa con timidez, pidiendome permiso con cada uno de sus movimientos. Es suave y lento, como si el tiempo estuviese congelado y nada existiera mas allá de nosotros.
También me besa con fuerza, apretandome las manos o los hombros. Lo hace rápido e intensamente, como si fuera la última vez que podría hacerlo.
Me besa la frente para hacerme saber que me protege y me comprende. Me besa la nuca para disipar mis enojos y malos humores.
Me besa el cuello para erizarme la piel y me besa el corazón porque es la manera más pura en la que logra demostrarme lo que siente.
A veces mientras me besa y siento su pecho sobre el mio, escucho el silbido inicial, noto su respiración agitada y se me tensa el cuerpo, me invade la angustia. Lo siento frágil y vulnerable.
Nos calmamos en un abrazo fuerte donde se borra su dolor y mi miedo. Mi miedo a perderlo
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