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Un campo de batalla

Dejándose llevar por las emociones y actuando bajo presiones, la bronca y la violencia se desatan en las canchas, y esta vez, las barras no son protagonistas.

Si bien la violencia no debería existir en el deporte, cada fecha jugada es escenario para el desenlace de una nueva pelea. Los barrabravas suelen ser actores principales, pero en el campo de juego también suceden episodios agresivos que dejan marcas en la historia del fútbol.

Para Darwin las emociones son un proceso innato de adaptación al entorno. La agresividad, considerada emoción, prepara al organismo para la lucha y la defensa para sobrevivir. Esto se cumple totalmente ante situaciones que se viven en un partido. Por ejemplo en un penal, un jugador tiene la posibilidad de anotar un gol y demostrar sus habilidades ante el contrincante. Si convierte el gol, el jugador que lo anotó queda en evidente superioridad y es probable que ante esto al arquero le nazca un sentimiento de bronca hacia si mosmo y el oponente. Lo mismo sucedería en caso contrario.

Las presiones a las que son sometidos los jugadores de provocan la aparición de emociones fuertes. Muchas veces los hinchas amenazan al plantel y sus familias para que el equipo no pierda. Otra fuente de presión son los directores técnicos y entrenadores que si bien cuidan del equipo, tienen que lograr que se gane el encuentro. Así junto a sus propias exigencias, se encuentran en la situación de sentir que el prestigio de su club está en el desempeño de ellos en cada fecha.

Existen factores que alientan la manifestación de malas conductas propias de cada miembro del equipo como ser historia personal, su relación con otros jugadores, la percepción que tiene del grupo, la actitud frente a los contrarios, los premios económicos por cada victoria, la importancia que le da al vencer a otros y la imagen que tiene se si mismo.

Existen dos estados motivacionales: el paratelico y el telico. Quien se encuentra en estado paratelico prefiere grados elevados de activación y situaciones extremas como forma de placer, el problema se da cuando las emociones negativas como la ira, la ansiedad o el miedo, son interpretadas de manera positiva. Si se dan en estado paratelico pueden ser experimentadas como placenteras, por eso las personas paratelicas suelen ser violentas.

La violencia tiene consecuencias que van desde el daño físico hasta repercusiones negativas en el estado mental. A las patadas y los empujones bruscos se le suma la violencia verbal, muy común en el folclore del fútbol, compuesta por insultos y denigraciones.

Si bien las causas por las que se desatan los problemas varían, generalmente es porque existe algún altercado anterior entre jugadores, sean del mismo club o contrincantes, o por la bronca que les despierta algún fallo del árbitro o juez de línea que les parece injusto y perjudica a su equipo.

En una entrevista a Colón Doce, el árbitro internacional Saúl Laverni declaró: " hay jugadores que incitan la violencia." A lo que Laverni se refería con esto es que siempre se juezga a hinchas, dirigentes y policías ante los casos de violencia pero nunca se habla de lo violento que puede ser el estar dentro del campo de juego. También sostuvo que "cuando los jugadores no se comportan como profesionales que están trabajando, despiertan un malestar en los simpatizantes."  De esta manera se crea un círculo interminable: los hinchas presionan a los jugadores con amenazas y violencia. Los jugadores sueltan sus emociones reprimidas de forma agresiva y dan una mala imagen a los hinchan.

Para Laverni, el jugador debe estar tranquilo y pensar que quién mira el partido, pretende disfrutar de un espectáculo en el que no aparezcan gestos o protestas ante cada situación.

En los últimos años los casos de violencia entre jugadores aumentaron notablemente, por esto la AFA decidió tomar cartas en el asunto y aplicar sanciones significativas ante casos de gravedad.

De esta manera, los jugadores ahora se enfrentan desde las convencionales tarjetas rojas hasta suspensiones por años y rescisión de contratos.

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