Daniel entrelazaba su dedo índice con el de su hijo, acto seguido le contaba que eso significaba que siempre iban a estar unidos.
Daniel era petizo y panzón, tenía un bigote negro y pelo del mismo color. No lo conocí, pero las fotos me lo mostraron siempre así. Viajaba mucho y por eso le enseño un día a Ezequiel, chiquito y rapado, con paletas a medio crecer, que recordara siempre sus dedos unidos porque era manera de recordar que estaban juntos a pesar de los kilómetros. Un símbolo de eternidad, de unidad, de amor.
Pasaron años, muchos años. Años y despedidas. Daniel viajó más allá de los kilómetros que se pueden contar pero sus dedos quedaron entrelazados en una imagen clara en la cabeza y las manos de Ezequiel.
Cuando lo conocí a Ezequiel sentí que había algo especial entre nosotros. Me enseño muchas cosas de la vida, de mi, del amor y del dolor. Con Ezequiel crecí a los golpes y dando pasos. Empecé a ser alguien importante en su vida, tanto que una tarde mientras dejábamos que el sol bajara hasta dejar su habitación a oscuras, me miró a los ojos, entrelazó su dedo índice con el mio y susurró "juntos, siempre". Yo le sonreí enamoradamente y escuché la historia. Me enseñó ese gesto a mi, lo compartió conmigo y nos unió para siempre en la sensibilidad de los dedos índices.
Ezequiel y yo también nos alejamos, o no. Terminamos con los titulos de nuestra relación pero seguimos creciendo casi uno al lado del otro; aprendemos de los errores mutuamente y nos festejamos los avances. Somos compañeros de vida, caminamos juntos. No sé a él, pero a mi me da seguridad su compañía y sus opiniones me llenan de confianza en mi misma.
Una noche de este año encontré en una página de internet una foto de dos manos entrelazando dos dedos, abajo se leía la frase "Promise me. Promise you wont leave". La publiqué en mi página personal porque removió todo mi interior.
A las 5 de la mañana me llamó Ezequiel. "Te llamo porque vi la foto que publicaste en Facebook y te extraño, y esa foto no ayuda, en serio te extraño" y el crédito se acabó y la llamada se terminó.
Y a veces no sé como reaccionar ante las ganas del destino de complicarme las cosas. Todavía no sé reaccionar cuando a el se le escapa un "te extraño".
Lo que si sé es que siempre voy a ver y sentir su dedo índice entrelazado al mio.
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