La primera vez que vino a ver películas a mi casa me llenó de chocolates, pochoclos y Doritos. Hasta probó una salsa de queso asquerosa que intenté hacer.
Estuvo esa vez que me dejó elegir que mirar en el cine. Opté por un musical de tres horas. Lo soportó sin quejarse ni dormirse.
O esa costumbre que sembró de pausar las conversaciones con un beso en cada semáforo en rojo.
También aquella vez que subí al auto y sonaban Los Redondos. Le pedí que pusiera "La hija del fletero". Cinco minutos antes de llegar a destino la encontró, tiempo suficiente para disfrutarla.
Como el día que me mandó el mensaje del que no estaba seguro, tenía miedo de que fuera pronto. No sé si lo fue, pero lo sentí sincero. Decía cosas que mejor guardo para nosotros dos, pero me sacaron miedos.
Aunque no lo cumplimos, tuvo el gesto de pedirme asistir a una misa. No cree en Dios pero quería ver en qué creía yo y participar conmigo de algo que veía que era importante en mi vida.
Compartió conmigo un partido de Boca, club del que es hincha. Con esto me invitó a verlo histérico nervioso, enojado y de mal humor. Me mostró un poco de su intimidad.
Recuerdo la vez que llegó a mi casa abajo de la lluvia. Era de madrugada, estaba con sus amigos en Capital pero quería dormir abrazado a mi. Y eso hicimos. O algo parecido porque le dí calor y durmió en el piso.
En una reunión con sus amigos me pidió una foto mía, quería que me conocieran. Me pidió que hiciera lo mismo con mis amigas: quería que lo conocieran. Se alegró cuando le dije que lo había hecho "voy formando parte de tu vida."
Me besó frente a su madre.
Me malcrió.
Me consintió.
Pero después no supo que hacer, cuando el destino lo tentó el se dejó tentar. Se desprendió de mi con dificultad, tardo un tiempo en decidirlo. Mientras tanto me descuido.
Desaparecieron los besos en los semáforos y las caminatas de la mano.
Ya no dormimos abrazados ni me dio la mano en el cine. En realidad lo hizo por unos segundos, apretándome fuerte, intentando decirme algo que nunca salió de su boca pero que sentí.
No me recordó que estaba linda, sólo me preguntó como estaba.
Empezamos a escuchar Guasones y siempre la misma triste canción.
Me mintió.
Se perdió.
No logró conocerme a fondo, sino hubiera entendido que todo podría haber terminado mejor. Nunca podría enojarme si me decía la verdad: uno no elige de quién enamorarse ni por quién sentir cosas, no podría haberlo culpado por eso, tampoco lo hago.
Lo culpo por los engaños y la falsedad. Lo culpo o algo así.
Culpar provoca bronca pero a mi esto me provocó dolor.
Dolor porque terminó sin llegar a ser.
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