Daniel Bonisolo tiene 49 años. Es un hombre trabajador, de manos honestas que mueve para enfatizar sus palabras. Recorre con orgullo sus emociones, sensaciones y pensamientos que perduran en su memoria con perfecta claridad. Sus sueños de ingeniería en armas se vieron frustrados por el llamado a la colimba y luego por la defensa de su patria ante el conflicto con Inglaterra por las Islas Malvinas.
El trabajo fue su refugio en su vuelta al continente. Se propuso merecer y ganar su lugar en la empresa de su padre y ascendió posiciones con rapidez. Con la misma rapidez con que tiempo después “se la jugo toda” y empezó de nuevo, una vez mas. Hoy trabaja en una institución educativa.
Daniel tiene una historia real que transmite con humildad en cada palabra.
-¿Cómo era tu vida antes de Malvinas?
-Había terminado la secundaria, tenía 18 años y sabía que tenía que hacer la colimba para después ir a la facultad y seguir Ingeniería Civil en Armas, cosa que no hice.
-¿Cuál era el trato entre superiores y soldados?
-El habitual para la época: salto rana, cuerpo a tierra, maltrato psicológico. Era algo que estaba asumido por la sociedad como normal, nadie lo cuestionaba.
-¿Cuándo te enteraste de la toma de Malvinas?
-Habíamos ido con un grupo de compañeros a buscar unos tanques a Gualeguaychu y nos dijeron que teníamos que volver. En el camino nos enteramos por la radio que habían tomado Malvinas.
-¿Cuál era el sentimiento en las tropas en ese momento?
-Había un patriotismo total, queríamos defender lo nuestro. Salvando las distancias, te podes llegar a sentir Dios, de vos depende la vida de otra persona y tu vida. En la guerra es “te mato porque quiero vivir, sino me matas”.
-¿Cómo era el día a día en la isla?
-Antes del combate mi actividad era custodiar la casa comando por la noche. Durante el día, trataba de comer algo o dormía. Otros soldados tenían otras actividades. Durante el combate no había noche ni día, tenía que estar o estar.
-¿Cómo era el trato entre los superiores y los soldados en las islas?
-Con mis superiores cambio mucho, de igual a igual, tuve la suerte de que eran jefes que se la jugaron y sabían lo que hacían. Todavía veo a algunos y es una relación de amistad.
-¿Dónde estabas el día del ataque a Puerto Argentino?
-Estaba en el pueblo y empecé a escuchar tiros. Miraba el horizonte y veía desfilar sobre el monte, trazantes que son balas luminosas de colores que marcan la trayectoria.
-¿Llegaron las cartas de tu familia?
-De mi familia recibí todo cuando estaba acá. Sí recibí cartas de familias anónimas, con una me uní mucho. Hace un mes por medio de un amigo y Facebook pude conocer a una mujer que tenía una carta firmada por mí.
-¿Cómo fueron los primeros días de vuelta en la “normalidad”?
-Era extraño, estaba atento a todo lo que escuchaba. En un conflicto se agudizan los sentidos y el oído se nos desarrolló mucho por los bombardeos nocturnos y los ataques aéreos.
-¿Cómo nació el proyecto del Centro de Veteranos?
-La idea era agrupar la mayor cantidad de veteranos y trabajar para un fin común sabiendo los problemas que teníamos: haber sido ocultados y el proceso “desmalvinizador” del gobierno de turno. Llegamos nos entregaron la baja en el documento y nos dijeron “chau”.
-¿No recibieron ninguna Indemnización?
-Yo cobré, pero con lo que me dieron cuando llegué de Malvinas me alcanzó solamente para comprarme un pantalón de vestir y una camisa en los locales de Munro que vendían ropa de segunda.
-¿Cómo fue la re-inserción en la sociedad?
-El cambio fue progresivo. Ser veterano de guerra te impedía conseguir trabajo porque creían que estabas loco. La unión de veteranos impulsó la primera ley de pensión a nivel nacional, después hubo otra a nivel provincial. En el gobierno de Néstor Kirchner adquirimos un nivel económico importante y se sumaron oportunidades de trabajo.
-¿Volviste a Malvinas o volverías?
-Me lo plantearon pero no tengo la necesidad. Si te dan la posibilidad de volver al día en el que te dolía un diente, ¿volves? Si puedo recorrer mi pasado volvería a algo que me haya hecho feliz.
-¿Qué sentís al ser “ex combatiente”?
-Es parte de mi vida, no mi vida en su totalidad. Fue, es y será, no lo puedo modificar ni borrar, pero tampoco tengo que vivir a base de eso, yo seguí y mis objetivos hoy son otros.
-¿Crees que la educación le da la importancia que debería?
-Todavía no se le da lugar porque es muy reciente, 30 años no son nada para la historia. Tendríamos que a aprovechar a los que pueden contarnos lo que pasó. Nosotros mismos armamos y presentamos un proyecto gratuito, que tuvo que ser aprobado, para dar charlas en las escuelas.
-¿Qué le pedirías a la sociedad de hoy en día?
Reconocimiento histórico, moral y económico por los ocho años que nos “dejaron tirados”. El moral es que reconozcan el abandono de persona. Y si pudiera pediría que los familiares que perdieron a sus hijos no tuvieran necesidades.
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