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Colectivo


"Hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace tiempo atrás. Es necesario cantar de nuevo, una vez más."
Inconciente colectivo - Charly García

Viajaba en el 60, el reloj marcaba las 6.00 am; lo raro es que siempre tomaba el colectivo y cuarto, pero ese día el destino quería jugar conmigo: subí al ramal 2 quince minutos antes, el 15 no pasó y dos cuadras más adelante, en la segunda parada, él subió.

Era invierno, todavía no había amanecido y estaba yendo a la facultad. Mi cara era un espanto porque era lunes, temprano y sabía que me esperaban dos horas de viaje de las cuales una iba a estar parada, para tener tres horas de clase con una profesora pseudo hippie chic pseudo freak que me hacía acordar a un dibujito de Maitena, en esa facultad que no me gustaba, llena de gente que no me gustaba, a estudiar una carrera que no me gustaba.
Auriculares en las orejas, vasito térmico con lágrima adentro, agarrada del caño y mirando por la ventana. Entre mi "chines" pronunciada y la vista nublada por el sueño vi una cabeza rubia por la ventana: era su mamá. Giré la cabeza hacia la puerta del colectivo para ver si yo estaba loca, sufría alucinaciones o era real y bueno... era real.
Subió, pagó, caminó hasta el centro y quedamos uno al lado del otro. Los dos con cara de perros desamparados, tristes, enojados. "Hola" un beso en la mejilla y nada más. Cada uno en su mundo, con su música. La mía era alguna canción de Drexler, pero seguramente no era "Me haces bien". En su reproductor seguro sonaba alguna movida de Arjona o Jason Mraz. Cuando se desocupó un asiento, de esos invertidos que a mi me provocan ganas de vomitar, agarró su mochila y se fue.

Yo moría por dentro, por más de que no hablábamos quería que se quedara paradito ahí, al lado mio, sentir su perfume. Tuve suerte y subió una mujer embarazada, le dio el asiento y volvió a ocupar ese lugar a mi izquierda. Intentamos entablar una conversación pero eran tiempos difíciles entre nosotros y sabíamos que eso sumado a nuestro mal humor mañanero nos iba a llevar a mal puerto.
En ese viaje sentimos ganas de odiarnos, amarnos, pegarnos, abrazarnos, besarnos, dejarnos... Pero no hicimos ninguna de todas esas, simplemente nos callamos y viajamos uno al lado del otro. Cada uno a su destino, sin hablarnos, mirándonos de reojo como si fuera un crimen mirarnos bien: a los ojos. (Debe ser por eso que dicen que cuando miras a los ojos a alguien que conoces mucho sentís lo que siente, te transmite todo y él, seguro, no quería que yo lo descifrara y yo no quería que el me descifrara). Le miraba las manos y sabía que me estaba mirando la cara, y después al revés hasta que uno miraba por la ventana o se rascaba la cabeza para cambiar de posición. Hubiera sido bueno cortar el silencio con un grito bien fuerte, pero no. Igualmente el grito estaba, calladito en nuestro pecho, pero estaba. No sé que pedía el de él, si sé que pedía el mio.
Me hubiera gustado estar en las cabezas de la gente que estaba a nuestro al rededor. ¿Alguno se habrá fijado en nosotros?. Me hubiera resultado muy divertido saber que hipótesis tenían sobre cómo nos conocíamos o que relación manteníamos. Al ser tan diferentes nadie podría imaginarlo, o sí. Pero la burbuja de tensión en la que estábamos nos hacia ver como dos lejanos conocidos. Que loco que la realidad fuera tan distinta, que nos conociéramos enteramente, desde una punta a la otra de nuestra personalidad y nuestros cuerpos, en todas las formas.
El en joggin y mochila. Yo arreglada y con cartera. El iba a estudiar algo de computación, yo comunicación. El su música y yo la mía, pero las dos hablaban de amor, un amor que fue lindo, que ya no es más, solo en los recuerdos.
Me saludó con un beso en la mejilla y bajó en Fondo de la Legua. Se fue de ese colectivo y yo sentí como una partecita de mi se iba agarrada de su mano o corriendo atrás de él (la última opción era la más probable). Se desocupó un siento, me senté, miré para arriba y cerré los ojos fuerte. Pensé, cosa que no debía hacer o no quería hacer. Pensé en ese momento y se me cayeron un par de lágrimas silenciosas, nadie las notó, pero para esa altura ya estaba acostumbrada a que eso pasara. ¿EXagerada? si, puede ser, pero en ese colectivo íbamos los dos, eran malos tiempos y ninguno hablaba. El eligió un destino más cerca, y se bajó antes. Yo me quedé arriba, sola, sintiéndome un poquito más vacía porque a partir de esa frenada, ya no lo iba a tener al lado en el resto del viaje.

"Pero a la vez existe un transformador que te consume lo mejor que tenes te tira atrás, te pide más y más y llega un punto en que no querés."
Inconsciente colectivo - Charly García

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