Esa tarde antes de irse de la sesión de todos los jueves con la Dra. Suarez, Elo se paró junto a la puerta, la abrió, dió un giro sobre si misma, miró a su psicóloga sentada en el sillón rosa pálido y pensó en voz alta: "ahora entiendo, tiene un poder enorme: puede hacerme feliz pero al instante puede destruirme como nadie" con la victoria y la derrota encontradas en un mismo sentimiento cruzo la puerta y siguió con su rutina.
Estabas de mal humor, no querías contarme porqué. Te regalé una canción desde el más profundo sentir que hablaba de ser humanos, de aceptar los dolores y naturalizarlos, dejarlos ser, permitirse el enojo, el llanto, la bronca porque son todas reacciones necesarias, que nos hacen reales, que nos invitan a descargarnos, que nos alivian. Y no tuve respuesta y me enojé yo porque un poco tenía ganas y porque otro poco era justo para mí hacerlo. Pero me callé y no te dije nada porque cargarte con más enojo, más bronca y más dolor ya no estaba en mis planes, esas eran cosas del pasado, un pasado en el que me gustaba, quizás, verte explotar y estallar de mil maneras para que me hirieras y tener motivos para alejarme, pero nunca lo logré, nunca tus filos endurecieron este amor que se siente tan desde adentro. Seguí mi día sin pensarte porque esa era la solución para aliviar el fuego que tenía en la garganta, festejé con amigos, me reí y olvidé tu silencio, que en mi mente era un desp
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